Los Testigos de Jehová Calumniados...

"Porque, verdaderamente, en lo que toca a esta secta nos es conocido que en todas partes se habla en contra de ella”.(Hechos 28:22)

¿Por qué no sobrevivirá la cristiandad?


¡“Miren! Ellos han rechazado la mismísima palabra de Jehová, y ¿qué sabiduría tienen? . . . desde el profeta aun hasta el sacerdote, cada uno está obrando falsamente.”—Jer. 8:9, 10.

TAL parece que la
Jerusalén de hoy día, la ciudad que tres de las religiones principales de este mundo estiman tanto, está volviendo a desempeñar un papel de importancia mundial. ¿Resultará ser todavía la ciudad del Príncipe de Paz? ¿Resultará ser todavía el factor esencial para el establecimiento de la paz mundial? Respecto a estas cosas, ella resultará ser una desilusión para los que le atribuyen alto valor religioso. Esto no debería parecernos extraño, pues hasta la Jerusalén de la antigüedad le falló al mismísimo Dios cuyo glorioso templo coronaba la cima del monte Moría, una de sus famosas colinas.

No estemos entre las personas que hoy día emprenden el proceder que conduce a una inevitable desilusión. La cristiandad, que pone grandes esperanzas en la Jerusalén moderna, desde hace mucho ha tenido voz imperante en asuntos religiosos y políticos. A pesar de su prestigio, es posible que perdamos la vida eterna que
deseamos obtener si escuchamos lo que los voceros de ella dicen en este tiempo, el más crítico de toda la historia humana. Según la Palabra infalible del Dios a quien la cristiandad afirma adorar, ese sistema de supuesto cristianismo, de cristianismo nominal, está condenado a la destrucción, tal como lo estuvo la Jerusalén del día del profeta Jeremías. (Jer. 6:1-8) Por medio de personas plenamente dedicadas a Dios como Jeremías, se ha dado a la cristiandad la debida advertencia de la segura destrucción que le espera. Sí, tal como sucedió durante los días finales de Jerusalén en los días de Jeremías, Jehová Dios ha levantado a sus testigos ungidos a fin de que sean una moderna clase de Jeremías. (2 Cró. 36:15, 16) Con regularidad Jehová ha enviado a sus testigos cristi
anos a los miembros de las iglesias de la cristiandad como si él, por decirlo así, estuviera “madrugando diariamente y enviándolos.” (Jer. 7:25, 13) ¡Pero todo ha sido en vano!

Sin embargo, los “profetas” y “sacerdotes” de la cristiandad se han negado a prestar atención. A ellos no les gusta que otros les perturben sus “rebaños.” De modo que tranquilizan a sus “rebaños” dándoles seguridades falsas que contradicen las profecías de Dios. Así sucedió en el día de Jeremías. Así sucedió en los días de los apóstoles de Cristo. (Jer. 5:20, 21; Mat. 13:13-15; Hech. 28:25-27) ¿Queremos ser como esas personas engañadas y negarnos a prestar atención? ¡No!

CONFIANZA DESACERTADA EN AMULETO RELIGIOSO

Millones de personas hoy día cifran su confianza en una estructura religiosa que está condenada a la destrucción. El clero de la cristiandad induce a los miembros de sus iglesias a ello. El pueblo de Jerusalén y de la tierra de Judá cometió un error parecido en los días de Jeremías. No deseamos imitarlos. Jehová Dios le mandó a Jeremías que se pusiera de pie en la puerta del templo de Jerusalén y públicamente dijera a los que entraban allí las siguientes palabras:

“‘No cifren su confianza en palabras falaces, diciendo: “¡El templo de Jehová, el templo de Jehová, el templo de Jehová son ellos!” . . . Aquí están ustedes cifrando su confianza en palabras falaces... ciertamente no será de ningún provecho en absoluto. ¿Acaso se puede hurtar, asesinar y cometer adulterio y jurar en falso y hacer humo de sacrificio a Baal y andar tras otros dioses que ustedes no habían conocido, y acaso tienen que venir ustedes y estar de pie delante de mí en esta casa sobre la cual se ha llamado mi nombre, y tienen que decir: “Ciertamente seremos librados,” a pesar de hacer todas estas cosas detestables? ¿Acaso esta casa sobre la cual se ha llamado mi nombre ha llegado a ser una mera cueva de salteadores a los ojos de ustedes? He aquí que yo mismo también lo he visto,’ es la expresión de Jehová.”—Jer. 7:4-11.

Jeremías no fue autorizado para sacar del templo todas las cosas contaminadoras que habían puesto allí los que querían efectuar una fusión de la adoración de Jehová con la adoración pagana de ídolos. (Jer. 7:30, 31) Pero más de 630 años después de la destrucción de aquel templo, Jesucristo, como Hijo de Dios, limpió el templo reedificado de Jerusalén en dos ocasiones. Cuando hacía estas cosas, Jesús usó la forma de expresión que había usado Jeremías. Leemos: “Entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los bancos de los que vendían palomas. Y les dijo: ‘Está escrito: “Mi casa será llamada casa de oración,” pero ustedes la hacen cueva de salteadores.’” (Mat. 21:12, 13; vea también Juan 2:15, 16.) Aquel templo contaminado fue destruido en 70 E.C.

Particularmente desde 1919 E.C. la moderna clase de Jeremías ha estado llamando la atención del mundo a la condición contaminada de la cristiandad. Al mismo tiempo que los miembros de las iglesias llevan a cabo su adoración en este sistema de cosas supuestamente cristiano, toman parte en “hurtar, asesinar y cometer adulterio y jurar en falso.” Hacen sacrificios religiosos a otros dioses (Baales, Señores) además de al Señor Jesucristo. Por móviles materialistas, convierten su estructura religiosa en una “mera cueva de salteadores.” (Jer. 7:9-11) A pesar de todas estas cosas que son detestables a Jehová, los religiosos de la cristiandad alaban insinceramente a Jesucristo y lo llaman “Señor.” Les parece que debido a que hacen esto todo está bien y que su adoración es acepta a Dios y Cristo. Pero Jesucristo los sorprenderá al llamarlos “obreros del desafuero,” debido a que no hacen la voluntad de su Padre.—Mat. 7:21-23.

Al igual que los israelitas a quienes Jeremías entregó el mensaje de Jehová, los religiosos de la cristiandad consideran que el “templo” de ellos, sobre el cual invocan el nombre de Cristo, es, por decirlo así, un amuleto que los protege de experimentar calamidad a manos de Dios. Señalan a su estructura de cosas nominalmente cristianas y dicen: “¡El templo de Jehová son ellos!” (Jer. 7:4) La Iglesia Católica Romana afirma que es apostólica por medio de establecer una línea de sucesores apostólicos que se remonta hasta los mismísimos doce apóstoles de Cristo. La Iglesia Anglicana de la Gran Bretaña hace algo semejante respecto a sus “obispos” (clero episcopal). Los patriarcados de las Iglesias Ortodoxas Orientales dependen de una imaginaria sucesión ininterrumpida de sus obispos que se remonta hasta los doce apóstoles, los cuales, según arguyen ellos, tuvieron sucesores apostólicos. El papado de Roma afirma que ha sido edificado sobre el apóstol Pedro como “esta piedra” y que por eso las “puertas del infierno” no pueden prevalecer sobre él. (Mat. 16:18, 19, Nácar-Colunga) Debido a tal alegada continuidad de cosas desde el propio día de Cristo, consideran que la vida de la cristiandad, como si estuviera protegida por un amuleto, está a salvo del exterminio.

Sin embargo, si alguien cifra su confianza en esa ‘vida protegida como por un amuleto’ de la cristiandad, ¿garantiza esto que esa persona está a salvo de la calamidad y de ser destruida con ella? El apóstol Pablo advierte que en “los últimos días” la gente ‘tendría una forma de devoción piadosa mas resultaría falsa a su poder; y,’ añadió, “de éstos apártate.” (2 Tim. 3:1-5) Pues bien, si una persona ejecuta una serie de formalidades exteriores en una casa o institución que supuestamente está dedicada a Dios pero que al mismo tiempo está contaminada con una mezcla de adoración falsa y mundanalidad, ¿asegura esto que la persona está protegida de la expresión de desagrado justo por parte de Dios? Bueno, ¿qué le dijo Jehová a Jeremías que dijera a los israelitas que confiaban en el “templo” de ellos? Escuche:

“‘Sin embargo, vayan, ahora, a mi lugar que estaba en Silo [a unos 32 kilómetros al norte de Jerusalén], donde al principio hice residir mi nombre, y vean lo que le hice a causa de la maldad de mi pueblo Israel. Y ahora por la razón de que ustedes siguieron haciendo todas estas obras,’ es la expresión de Jehová, ‘y yo seguí hablándoles, madrugando y hablando, pero no escucharon, y seguí llamándolos, pero no respondieron, yo ciertamente le haré también a la casa sobre la cual se ha llamado mi nombre, en la que ustedes están confiando, y al lugar que les di a ustedes y a sus antepasados, tal como le hice a Silo. Y ciertamente los arrojaré a ustedes de delante de mi rostro, tal como arrojé a todos sus hermanos, a toda la prole de Efraín.’”—Jer. 7:12-15.

Lo que le sucedió a Silo en los días del joven profeta Samuel sacudió los sentimientos religiosos de los israelitas. Ellos confiaban en que la sagrada arca del pacto los salvara de ser derrotados por los filisteos. De modo que la sacaron del Santísimo del tabernáculo que estaba en Silo, y los infractores sacerdotales, los hijos del sumo sacerdote Elí, la llevaron al campo de batalla. Pero el Arca no los protegió de recibir las consecuencias de sus violaciones de la ley de Jehová. ¡Ay! el Arca cayó en manos de los filisteos paganos, los sacerdotes Ofni y Finees, hijos de Elí, murieron, y, al recibir las tristes noticias, el grueso sumo sacerdote Elí se desmayó, cayó hacia atrás, se quebró la cerviz y murió. Los israelitas continuaron bajo la opresión de los filisteos, y el Arca, el símbolo de la presencia de Jehová, jamás regresó a su lugar en el tabernáculo sagrado que se hallaba en Silo, aunque los filisteos idólatras plagados la enviaron de vuelta.—1 Sam. 3:1 a 7:2 inclusive.

Por medio de Jeremías, Jehová advirtió que le haría a Jerusalén lo mismo que había hecho a la anteriormente favorecida Silo. De modo que dejó que los babilonios destruyeran a Jerusalén en 607 a. de la E.C. Hasta el templo que el rey Salomón había edificado y que alojaba el arca del pacto fue demolido. El Arca misma desapareció de todo registro, y hoy día no se conoce su paradero. Después de la calamidad que le sobrevino a Silo, los filisteos dejaron que los israelitas permanecieran allí. Pero después que los babilonios destruyeron a Jerusalén y su templo, deportaron a la mayoría de los judíos sobrevivientes a la lejana Babilonia. Por fin, los pocos judíos que quedaron atrás abandonaron su tierra en terror y huyeron a Egipto. Esto dejó la entera tierra de Judá deshabitada. ¡Así Jehová arrojó de delante de su rostro a aquellos judíos infractores del pacto!

Hoy en día nosotros debemos aprender una lección de esto. No debemos depositar nuestra confianza en lo que el clero de la cristiandad cree que servirá de amuleto religioso para salvarla de la extinción. La “grande tribulación” que en breve le sobrevendrá a la cristiandad será peor que aquella que le sobrevino a Jerusalén y su templo 37 años después que Jesús hubo limpiado lo que había sido convertido en una “mera cueva de salteadores,” el templo contaminado de Jerusalén.—Mat. 24:1, 2, 21, 22.

DE SANTIDAD RELIGIOSA A CONTAMINACIÓN

Ningún verdadero amador del Dios de la Biblia pedirá en oración que jamás le sobrevenga a la cristiandad una cosa tan extraña como ésta. Jehová mandó a su profeta Jeremías que no pidiera en oración que Jerusalén y el templo profanado de ésta se salvaran de la ejecución de Su justa indignación. La moderna correspondencia de Jerusalén, la cristiandad, ha demostrado que es irreformable. Después de todos estos años en que Jehová ha estado enviando a sus testigos cristianos a advertir a la gente de la cristiandad, ella continúa en su maldad hasta tal grado que no hay perdón para ella.—Jer. 7:18-26; 5:7-9.

No debemos tener lástima de la cristiandad por el hecho de que su destrucción haya de afectar a tantas vidas humanas. El proceder de ella ha traído gran oprobio a Dios. ¿Por qué no deberíamos pensar, ante todo, en él? Él es más importante que todas las criaturas humanas. Piense en la manera en que la cristiandad con sus centenares de millones de miembros de las iglesias ha deshonrado el nombre de Él y ha perseguido a sus testigos fieles que han proclamado las advertencias y consejos salvavidas de él. ¿Sentimos más compasión por los seres humanos desobedientes, que no prestan atención, que por el nombre del Dios Altísimo? Es verdad que el que ellos perezcan con la cristiandad es lamentable, pero el proceder actual de vergonzosa conducta religiosa que ellos siguen no es menos lamentable. Como ilustración de esto, Jehová dijo:

“‘Los hijos de Judá han hecho lo que es malo a mis ojos,’ es la expresión de Jehová. ‘Han puesto sus cosas repugnantes en la casa sobre la cual se ha llamado mi nombre, a fin de contaminarla. Y han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle del hijo de Hinón [fuera del muro meridional de Jerusalén], a fin de quemar [¿qué?] a sus hijos y sus hijas en el fuego, cosa que yo no había mandado y que no había subido a mi corazón.’”—Jer. 7:30, 31; note Levítico 18:21; 20:2-5.

Pues bien, en cuanto a sentir lástima, ¿por quién sentimos más lástima? ¿Por los padres idólatras que se enfrentaban a un ajuste de cuentas con Jehová, o por los hijos e hijas que gritaban al ser ofrecidos como sacrificios humanos al falso dios Moloc (Rey), en un altar alto en Tofet en el valle del hijo de Hinón? (Jer. 32:35) ¿Cómo podían aquellos padres despiadados asociar semejante adoración del diabólico ídolo-dios Moloc con la adoración que se efectuaba en el santo templo que estaba situado precisamente al norte del valle? No era por mandato de Jehová que ellos ofrecían aquellos sacrificios humanos vivos a un dios falso. La idea de tales sacrificios humanos entró en el corazón de los apóstatas religiosos de entonces, pero nunca entró en el corazón de Jehová Dios. ¿Qué merecen los hombres que tratan de mezclar una adoración de esa índole con la adoración de Jehová?

En cuanto a cantidad, cuando se comparan los sacrificios de niños que hacían los renegados “hijos de Judá” en aquel entonces con los sacrificios humanos que la cristiandad ha ofrecido a sus dioses no cristianos en el transcurso de los siglos, los primeros palidecen por su insignificancia. Aunque la cristiandad ha pretendido ser el reino visible del Príncipe de Paz, ella ha ofrecido innumerables hijos e hijas al dios de la guerra, su Moloc o “Rey.” En la actualidad, en menos de un siglo ella ha sacrificado a veintenas de millones de sus más excelentes miembros jóvenes de las iglesias en las dos guerras más sanguinarias de toda la historia humana, y en muchas guerras menores. Blasfemamente la cristiandad llama esto cristianismo. ¡Ella considera tales sacrificios como “el sacrificio supremo” que obtiene para los sacrificados un pasaporte inmediato a la presencia de Cristo allá en el cielo!

LOS SACRIFICIOS QUE AGRADAN A JEHOVÁ DIOS

Jehová Dios no recomienda sacrificios de esa clase a los seguidores de su Hijo Jesucristo. Más bien, en Romanos 12:1, 2 inspiró al apóstol Pablo a escribir: “Les suplico por las compasiones de Dios, hermanos, que presenten sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio. Y cesen de amoldarse a este sistema de cosas, mas transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios.” El que el cristiano presente su cuerpo como “sacrificio vivo, santo” no significa que se suicide o que haga que un sacerdote religioso le dé muerte y lo ofrezca sobre un altar. Eso no sería un “servicio sagrado con su facultad de raciocinio.” Lo que esto significa, más bien, es que el cristiano lleve una vida abnegada a favor del servicio de Dios, no que deliberadamente se haga un mártir con el propósito de ostentarse.

Por medio de continuar viviendo de un modo “acepto a Dios,” el cristiano verdadero puede ofrecer a Dios los sacrificios que se mencionan en Hebreos 13:15, 16, a saber: “Por medio de él [Cristo, el Sumo Sacerdote de Dios] ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que hacen declaración pública de su nombre. Además, no olviden el hacer bien y el compartir cosas con otros, porque con dichos sacrificios Dios se agrada mucho.”

Los sacrificios que se describen de este modo no admiten el que mezclemos la adoración de Jehová con la ofrenda de víctimas humanas o animales a los dioses falsos de este mundo. (Isa. 42:8) La cosa principal que Dios desea de su pueblo es obediencia, que obedezcamos “la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios.” Cuando Jehová rescató a su pueblo escogido de una opresión mortífera en el antiguo Egipto, no puso en primer lugar, como de primera importancia, el que le ofrecieran sacrificios animales: “Pero esta palabra sí les expresé en mandato a ellos, diciendo: ‘Obedezcan mi voz, y ciertamente llegaré a ser su Dios, y ustedes mismos llegarán a ser mi pueblo; y tienen que andar en todo el camino que yo les mande, a fin de que les vaya bien.’” (Jer. 7:22, 23; 1 Sam. 15:22) De modo que si Jehová no exigió sacrificios animales de su pueblo escogido, mucho menos pediría de ellos sacrificios humanos. La idea de hacer sacrificios humanos, como los que se ofrecían a Baal o Moloc, ni siquiera había “subido a [su] corazón.”—Jer. 7:31.

La cristiandad, a pesar de todo su registro sangriento de derramamiento de sangre humana, no ha ofrecido a Dios los sacrificios que le agradan a él. De parte de ella no ha habido obediencia al Dios de la Biblia. (Miq. 6:6-8) Hasta este día ella no se ha arrepentido de su proceder de desobediencia, a fin de ofrecer a Dios el sacrificio apropiado. “Los sacrificios para Dios son un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y aplastado, oh Dios, no lo despreciarás.” (Sal. 51:17) ¿Merece ella que no se le castigue? ¿Quedará sin castigar? Su prototipo de la antigüedad, Jerusalén, sufrió el debido castigo, tal como Jehová dijo:

“‘Por lo tanto, ¡mira! vienen días,’ es la expresión de Jehová, ‘cuando ya no se dirá que es Tofet y el valle del hijo de Hinón, sino el valle de la matanza; y tendrán que enterrar en Tofet sin que haya suficiente lugar. Y los cuerpos muertos de este pueblo tendrán que llegar a ser alimento para las criaturas volátiles de los cielos y para las bestias de la tierra, sin que nadie los haga temblar. Y ciertamente haré cesar de las ciudades de Judá y de las calles de Jerusalén la voz de alborozo y la voz de regocijo, la voz del novio y la voz de la novia; porque el país llegará a ser solo un lugar devastado.’”—Jer. 7:32-34; 19:6-9.

Esta solemne profecía no se realizó durante el reinado del rey Josías, quien efectuó una obra de triturar ídolos y contaminó los lugares que habían sido dedicados a la adoración de Moloc y otros dioses demoníacos. (2 Rey. 23:3-20) El convertir a Tofet y el valle de Hinón en un valle de la matanza, en el que los cadáveres de los moradores de Judá quedaran diseminados, sin tumbas que impidieran que las aves y bestias que comen carne los devoraran, ocurrió en 607 a. de la E.C., cuando, después de un largo sitio, Jerusalén cayó ante los babilonios y los miserables sobrevivientes fueron deportados y la ciudad quedó convertida en una devastación. Por 70 años Jerusalén y Judá permanecieron desoladas.—2 Cró. 36:17-21.

A la cristiandad de hoy día, culpable de derramamiento de sangre, con sus costumbres paganas, sus tradiciones hechas por el hombre y su mezcla de filosofías paganas con enseñanzas bíblicas, no le irá mejor que a su prototipo de la antigüedad. No escapará de participar en el cumplimiento de la siguiente profecía de Jehová: “Una gran tormenta misma será levantada desde las partes más remotas de la tierra. Y los muertos por Jehová ciertamente llegarán a estar en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el mismísimo otro extremo de la tierra. No serán plañidos, ni serán recogidos ni enterrados. Quedarán como estiércol sobre la superficie del suelo.” (Jer. 25:32, 33) ¡No! La cristiandad no sobrevivirá a la inminente “grande tribulación.” (Mat. 24:1, 2, 21, 22) Además, ¡todo el resto del imperio mundial de la religión falsa la seguirá de cerca a la destrucción!

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¿Son los testigos de Jehová una secta peligrosa?


SE ACUSÓ a Jesucristo de ser borracho, glotón, violador del sábado, falso testigo, blasfemo y mensajero de Satanás. También se le inculpó de subversión. (Mateo 9:34; 11:19; 12:24; 26:65; Juan 8:13; 9:16; 19:12.)

Después de la muerte y resurrección de Jesús, sus discípulos fueron de igual modo el blanco de graves acusaciones. Una muchedumbre arrastró a un grupo de cristianos del siglo primero ante los gobernantes de la ciudad, clamando: ‘Estos hombres han trastornado la tierra habitada’. (Hechos 17:6.) En otra ocasión, se llevó al apóstol Pablo y a su compañero Silas ante las autoridades y se les acusó de turbar muchísimo la ciudad de Filipos. (Hechos 16:20.)

Más tarde se acusó a Pablo de ser “un individuo pestilente [...] que promueve sediciones entre todos los judíos por toda la tierra habitada”, así como de querer “profanar el templo”. (Hechos 24:5, 6.) Los judíos principales de Roma reflejaron con exactitud la situación de los seguidores de Jesús cuando reconocieron: “Porque, verdaderamente, en lo que toca a esta secta nos es conocido que en todas partes se habla en contra de ella”. (Hechos 28:22.)

Está claro, pues, que había quien consideraba a esa nueva comunidad fundada por Jesús como una agrupación religiosa con ideas y prácticas radicales que chocaban con el comportamiento social aceptado entonces. Sin duda, muchas personas de hoy hubieran considerado a los cristianos una secta destructiva. Los opositores eran con frecuencia miembros eminentes y respetados de la sociedad, lo que daba más peso a sus acusaciones. Muchos creyeron las acusaciones lanzadas contra Jesús y sus discípulos. No obstante, como probablemente sepa, cada uno de esos cargos era falso. El hecho de que la gente dijera esas cosas no las hacía verdaderas.

¿Y hoy día? ¿Sería exacto referirse a los testigos de Jehová como una agrupación religiosa con ideas y prácticas que chocan con la conducta social aceptada? ¿Son los testigos de Jehová una secta peligrosa?