Por el Dr. Aart Gisolf
09-09-1999
La transfusión de sangre es un tratamiento que se aplica con mucha frecuencia en todos aquellos casos en los que una persona ha perdido mucha sangre debido a una operación, un accidente o una enfermedad.
Las numerosas noticias sobre el contagio de Sida por vía sanguínea, hacen preguntarse a muchas personas si no hay otras opciones para la transfusión. Y si las hay, ¿por qué no se da una mayor divulgación ?, ¿o es que las instancias y empresas que comercian con sangre temen perder sus ingresos?.
La primera medida para limitar el número de transfusiones de sangre es preguntarse críticamente si verdaderamente es necesario. Por ejemplo con una transfusión de sangre se puede eliminar rápidamente una grave anemia; pero si no existe peligro de muerte para el paciente, también se puede combatir la anemia, aunque más lentamente, con preparados de hierro y otros productos que estimulan la producción de sangre.
Aparte del peligro de contagio del Sida, las transfusiones de sangre presentan otras objeciones: también conllevan riesgo de contagio de hepatitis y otras infecciones víricas. Además a pesar de todas las medidas de precaución, siempre se puede transfundir sangre de una persona infectada.
Además de limitar las transfusiones de sangre, hay otras opciones; la más conocida y cada vez más frecuente, es la autotransfusión sanguínea. Claro que esto sólo es posible cuando la operación está planeada con anticipación y no en caso de accidente o de operación de emergencia.
En la mayoría de las operaciones digamos normales, la posibilidad de que el paciente necesite una transfusión de sangre es sólo del 5%. Si todo el mundo diese dos o tres dosis de sangre, dos semanas antes de la operación, significaría que el 95% de la sangre habría que tirarla, pues no podría ser utilizada por otra persona. Además por un lado, se almacenaría durante demasiado tiempo, y por otro, el donante no habría sido seleccionado conforme a los criterios generales que rigen para las donaciones.
Hay otro inconveniente con respecto a utilización de la propia sangre: cuando una persona tiene una forma primaria de cáncer todavía no descubierta, pueden flotar células cancerosas en la sangre. A través de una autotransfusión volvería a introducirse en el organismo esas células y así, estimular la metástasis. De investigaciones realizadas se desprende que, en un primer estadio de diversas formas de tumores, las células cancerosas van a parar al torrente sanguíneo. Generalmente son destruídas por el sistema inmunitario.
Pero si ese sistema inmunitario se encuentra debilitado por una u otra razón, entonces no puede combatir eficazmente las células cancerosas errantes. Una transfusión de sangre, incluso de la propia sangre, puede significar una sobrecarga adicional para el sistema inmunitario.
Otra forma de evitar la transfusión de sangre ajena es diluir la sangre propia. Directamente antes de la operación y mientras se administra la anestesia, se extrae un litro de sangre del paciente y se le vuelve a introducir inmediatamente después de la operación. De esta manera, si el paciente pierde sangre durante la operación, perderá menos glóbulos rojos. Este método se aplica únicamente en operaciones previstas con antelación. El inconveniente es que supone más trabajo para el anestesista.
La tercera posibilidad es sangre donada por los familiares, algo que en principio se prefiere no hacer, pues los familiares no han sido seleccionados según los criterios estipulados. Además existe otro inconveniente y es el referente a los glóbulos blancos que pueden ser tan parecidos a los de la persona receptora que no son reconocidos como intrusos y, por lo tanto, tampoco son destruidos. Entonces, tienen la posibilidad de multiplicarse, y reaccionar contra el receptor. Esta reacción es bastante rara, pero cuanto más cercana sea la relación familiar, mayor será la posibilidad de que ocurra y entonces las consecuencias pueden ser muy graves para el paciente.
En resumen, hemos visto que hay opciones para la transfusión de sangre ajena, pero presentan sus inconvenientes. Esta es una de las razones por las que los médicos no muestran mucho entusiasmo por esos métodos. Un segundo problema es el trabajo extra que suponen, además de un mayor gasto.
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