Los Testigos de Jehová Calumniados...

"Porque, verdaderamente, en lo que toca a esta secta nos es conocido que en todas partes se habla en contra de ella”.(Hechos 28:22)

Cuando hubo PAPAS rivales...

Fue en 1032 que Benedicto IX fue electo papa a la edad de catorce años.8 “Fue una deshonra para la Cátedra de Pedro,” no dice The Catholic Encyclopedia.9 Otros informan que “fue uno de los más libertino que jamás ocupó ese puesto.”10 Debido a su “vida disoluta,” una de las facciones de Roma lo echó de su puesto en 1044, y “en medio del mayor desorden” eligió papa a Silvestre III. Pero Benedicto IX regresó el mismo año y logró expulsar al recién electo Silvestre III.9 Entonces quiso casarse, pero el padre de la novia que deseaba rehusó dar su consentimiento hasta que Benedicto renunciara como papa, y él concordó en hacer esto.8 Sin embargo, como tal paso lo habría dejado sin ingresos, por una suma grande de dinero vendió el papado a su padrino, Juan Gracián, que entonces fue electo debidamente, asumiendo el título de Gregorio VI. Pero entonces Benedicto, evidentemente no habiendo podido conseguir su novia después de todo, no cumplió con su trato y trató de deponer a Gregorio VI, a quien le había vendido el papado.11

Tocante a esta situación The Catholic Encyclopedia declara: “La condición de Roma en particular era deplorable. En la basílica de San Pedro, el templo de San Juan de Letrán y en la iglesia de Santa María la Mayor, se sentaban tres pretendientes rivales al papado. Dos de ellos, Benedicto IX y Silvestre III, representaban facciones rivales de la nobleza romana. La posición del tercero, Gregorio VI, era extraña”... había recibido el papado pagando un precio grande por él y hasta había sido electo papa, y ahora el que se lo había vendido lo quería de vuelta.12

El rey alemán Enrique III, emperador del Santo Imperio Romano, se escandalizó por esta situación. No quiso reconocer como papa a ninguno de los tres pretendientes rivales, sino que marchó a Roma con un séquito grande de dignatarios religiosos y políticos y reunió un sínodo en el cual dos de los papas rivales fueron depuestos y al tercero, Gregorio VI, que había comprado su puesto, se le persuadió a renunciar. Entonces un obispo alemán fue hecho papa, Clemente II. Pero tan pronto había salido de Roma el emperador, Benedicto IX regresó para tratar de obtener el trono. Enrique III se apresuró a volver, y por eso Benedicto huyó, y no volvió más.9 De paso debe hacerse notar que en aquellos días los gobernantes civiles a menudo desempeñaban un papel prominente en la elección del papa. De hecho, por un tiempo fue la práctica tradicional el que los reyes alemanes controlaran la sucesión papal.10

No muchos años después de estos acontecimientos, en 1061, los cardenales romanos eligieron papa a Alejandro II, sin primero consultar con la corte alemana y la nobleza romana. Ésta, junto con algunos obispos de Lombardía, pudo persuadir a la corte alemana a reunir una asamblea de varios prelados católicos romanos en Basilea, Suiza. Ésta eligió al prelado Cadalo como papa, y éste asumió el título de Honorio II. En la primavera de 1062 marchó a Roma con una fuerza militar y se apoderó de los recintos de la basílica de San Pedro.10 Aunque fue excomulgado y echado por un ejército que favorecía a Alejandro II, Honorio de nuevo marchó a Roma y tomó posesión del castillo de Sant’ Angelo, la fortaleza del papa, y por más de un año desafió el poder de Alejandro, que residía en la sede papal en el templo de San Juan de Letrán. Entonces Honorio II huyó a su obispado en Parma y, aunque fue anatematizado por un concilio papal, insistió hasta el día de su muerte en que él era el papa legítimo.13

Sobre este incidente en la sucesión de papas al papado, el historiador moderno Latourette declara: “Por casi todo el reinado de Alejandro II, Cadalo fue un rival fastidioso. Parte de la batalla se peleó en Roma misma con el uso de armas por parte de ambos lados. Hubo diplomacia tortuosa y complicada envuelta, con el uso pródigo de dinero por ambos lados para comprar el favor del populacho romano.”10

El Gran Cisma de Occidente

A este cisma se le llama así para distinguirlo del Cisma de Oriente, que se hizo permanente en 1054 cuando los emisarios del papa romano excomulgaron al cabeza de la Iglesia Ortodoxa Oriental. Por el Cisma de Oriente las iglesias ortodoxas orientales se separaron de Roma y rehusaron reconocer por más tiempo al papa de Roma como su cabeza.14

El Gran Cisma de Occidente comenzó en 1378. Casi setenta años antes, en 1309, el papa Clemente V mudó el papado a Aviñón, en lo que ahora es Francia del sudeste, en aquel tiempo bajo el régimen de los reyes de Sicilia. Según un historiador prominente, siete papas en total, y todos ellos franceses, rigieron desde allí.10 Los historiadores católicos romanos llaman a este período el “Cautiverio Babilónico.”15 Parece que este paso no se dio en primer lugar sin buena razón, ya que Roma en aquellos días era escena de gran alboroto y contienda, parte de ello ocasionado por el papado mismo.10

El séptimo y último de estos papas, Gregorio XI, salió de Aviñón en 1377 y regresó a Roma y restableció allí el papado. Cuando murió el 27 de marzo de 1378,11 algunos cardenales, sacerdotes y nobles así como el populacho romano en general estaban muy interesados en la elección de un papa italiano para que el papado permaneciera en Roma. Dieciséis cardenales se reunieron en Roma el 7 de abril, y al día siguiente escogieron a un prominente obispo italiano que parecía gozar de alta estima debido a sus capacidades. Esto se hizo mientras el pueblo de Roma clamaba fuertemente por un papa italiano y hasta había invadido los recintos donde estaban deliberando los cardenales. En la noche de ese mismo día se reunió de nuevo una mayoría de los cardenales y reafirmó su selección, el cual entonces asumió el título de Urbano VI.16

Pero muy pronto les estaba pesando a los cardenales su selección. Entre otras cosas, no todos se inclinaban a la reforma, y Urbano sí. Además, se mostró obstinado, irascible y arrogante. En sus reuniones con oficiales de alto rango de la iglesia intercambiaba insultos con ellos. De modo que los cardenales comenzaron una campaña silenciosa contra él y unos meses más tarde se reunieron para escoger otro papa, alegando que su elección anterior, de Urbano VI, era inválida porque ellos habían sido intimidados por el populacho romano.10 En realidad aquel cónclave anterior había sido uno de los más cortos jamás celebrados.16

Con el pretexto de que Roma era una ciudad donde hacía mucho calor los cardenales ofendidos se reunieron en otro lugar.16 La mayoría abrumadora de ellos tachó a Urbano de anticristo y apóstata y exigió que renunciara. Por supuesto, él rehusó. Insistiendo en que tenían el poder para deponer así como para elegir a un papa, ellos declararon vacante el puesto de él y entonces el 20 de septiembre eligieron a otro papa,16 Clemente VII.10 Esto entonces señaló el comienzo del Gran Cisma de Occidente.16

A Clemente VII le pareció conveniente devolver el papado a Aviñón, pues era francés. Casi inmediatamente la Europa católica romana se dividió en dos facciones; “la obediencia de Urbano era más numerosa, la de Clemente más imponente.”16 “Santos y teólogos prominentes tomaron partido, así como las naciones de Europa, algunas poniéndose de parte de Urbano, otras de Clemente. Como lo expresó un historiador: “Dos papas, con sus cortes completamente organizadas, exigían la lealtad de la cristiandad. . . . Eran dos papas bien apoyados, ambos con el entero peso de la tradición papal tras ellos, y, con sus sucesores, dividiendo a la cristiandad por un período suficientemente largo como para hacer que surgieran problemas apremiantes y urgentes para los fieles.”17

Un secretario papal nos describe así la condición de la corte papal en aquellos días: “Allí hablan cada día de castillos, terrenos, ciudades, de toda clase de armas bélicas, de dinero; pero rara vez o nunca los oye uno hablar de pureza, limosnas, justicia, fe o de la vida santa. De modo que lo que en otro tiempo fue una Curia espiritual, ha llegado a ser una Curia mundana, diabólica, despótica, y peor en carácter, aun en su vida pública, que cualquier otra corte seglar.”17

Hombres honrados y sinceros dentro de la Iglesia Católica se indignaron. Dijo uno de ellos: “A causa del lucro inmundo no se encuentra a un papa que esté dispuesto a ceder su puesto por amor de la paz de la Iglesia.”17 Dijo otro: “Un papa excomulga a un hombre y el otro lo declara libre de la excomunión. Uno condena justamente a un hombre, otro lo justifica injustamente cuando apela; así se perjudica la justicia, las llaves de la Iglesia se degradan, y la espada de San Pedro pierde su terror.”17 Y uno de los principales doctos católicos romanos, en un concilio que se reunió para resolver el problema, dijo: “En la nave hay dos capitanes que están disputando y contradiciéndose el uno al otro.”18 Durante esta situación cuatro papas diferentes rigieron en Roma y dos papas diferentes rigieron en Aviñón, además de los cuales hubo dos que reinaron hacia el fin de este período como resultado del Concilio Pisano.18

El Concilio de Constanza

Repetidas veces se reunieron concilios en Francia y en otros lugares para cerrar la brecha, pero todo fue en vano. “El mal continuaba sin remedio ni tregua,” dice The Catholic Encyclopedia.18 En 1409 se reunió un concilio grande en Pisa, Italia, aparentemente con la esperanza de terminar el cisma. Pero en vez de remediar los asuntos solo los empeoró, porque resultó en que se promulgara un tercer papa como el verdadero, puesto que los dos papas que ya regían rehusaron reconocer la deposición de ellos por este concilio. Finalmente, “después de muchas conferencias, proyectos, discusiones (a menudo violentas), intervenciones de las fuerzas civiles, catástrofes de todas clases, el Concilio de Constanza”18 acabó con el cisma. Este concilio fue convocado por el rey alemán recién electo Segismundo, más tarde emperador del Santo Imperio Romano, y también fue convocado por el papa Juan XXIII. De los tres papas que regían solo vino Juan XXIII, a la cabeza de un séquito grande y con 1.600 caballos. El rey Segismundo solo vino con 1.000 caballos. Juan esperaba vencer al concilio por su gran cuerpo de adherentes, pero quedó frustrado, porque el concilio decidió votar en armonía con las divisiones nacionales, dándose a cada país solo un voto.19 Cuando vio el giro de los acontecimientos huyó so pretexto de tener mala salud. El concilio lo acusó de una larga lista de delitos e inmoralidades, de muchos de los cuales ciertamente era culpable, y con éstos como base lo depuso.20

El concilio ejerció presión en el débil Gregorio XII, el papa que vivía en Roma, para que abdicara, lo cual hizo. También trató de ejercer presión en Benedicto XIII, que estaba rigiendo en Aviñón en ese tiempo, para que abdicara. Cuando éste rehusó abdicar, el concilio, después de declararlo perjuro, hereje y un obstáculo a la unión de la Iglesia Católica, lo depuso.10 Dos años después, el 11 de noviembre de 1417, el concilio escogió a un prelado que asumió el título de Martín V.18

Aunque el Gran Cisma de Occidente técnicamente terminó con la elección de Martín V, realmente continuó por años después, porque, mientras vivió, Benedicto XIII desafió el haber sido depuesto. En 1424 su sucesor en Aviñón, Clemente VIII, electo por los pocos cardenales que siguieron apoyando a Benedicto XIII, igualmente insistió en que él era el papa legítimo, hasta 1429, cuando finalmente capituló. Es por eso que los historiadores católicos romanos dicen que el Gran Cisma de Occidente duró cuarenta años, mientras que otros historiadores dicen que duró cincuenta años, desde 1378 a 1429, en vez de hasta 1417.14

Efectos del cisma

Lo que había dividido en gran parte a la Iglesia Católica fue la cuestión de reforma, junto con las ambiciones egoístas de hombres codiciosos. En el Concilio de Constanza, por lo tanto, no se dio énfasis a la reforma, sino a la unidad. Entre las cosas que hay que imputarle está la condenación y quema del reformador bohemio Juan Hus.10 Y aunque superficialmente cerró la brecha dentro de la Iglesia de Roma, el daño ya había sido causado. Así, pues, un historiador describe el efecto poderoso que este gran cisma tuvo en el distinguido docto y prelado católico romano inglés, Wiclef, señalando que cristalizó su oposición a su iglesia: “Los últimos seis años de la vida de Wiclef quedan por sí mismos como el resultado de la influencia del Gran Cisma.”17 Y otro escribió: “Fueron los cardenales en Roma en 1378 los que colocaron el cimiento del movimiento que culminó en la revuelta religiosa del siglo dieciséis.”17 De hecho, hasta el movimiento husita fue fruto del Gran Cisma de Occidente, pues Wiclef influyó en Hus.10

Hoy de nuevo existe mucha disensión dentro de la Iglesia de Roma. Afronta un dilema: no va cambiando suficientemente aprisa para agradar a los líderes liberales, y va demasiado aprisa para los elementos conservadores. No sorprende que el papa Paulo VI se queje de una “agitación cismática” y suplique que se le dé obediencia. Aunque hoy no existen papas rivales, algunos católicos se oponen tan fuertemente a los cambios que se están efectuando que encolerizadamente efectuaron manifestaciones contra ellos en las calles de Roma a fines de 1969. “Algunos de los más encarnizados oponentes de la liturgia modernizada hasta han ido al grado de llamar a Paulo un antipapa herético.”7

¡Cuán alejada del ejemplo y las enseñanzas de Jesús está la historia pasada y presente del papado, con sus papas rivales y disensiones! Jesús fue de corazón humilde y aconsejó que “el que quiera ser el primero entre ustedes tiene que ser esclavo de ustedes.” (Mat. 20:27) Además, dijo que a sus seguidores se les reconocería como constituyentes de la iglesia verdadera por su amor y unidad, no por su división y el recurrir a las armas.—Juan 13:34, 35.

¡Y qué alejadas estuvieron las acciones de aquellos papas rivales de este consejo del apóstol Pablo: “Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás”!—Fili. 2:3, 4, Biblia de Jerusalén.

¿Habría habido papas rivales en días pasados si se hubieran observado estas palabras de Jesús y Pablo? ¿Habría el alboroto que hay dentro de la Iglesia Romana hoy? ¿Realmente encaja la Iglesia Católica Romana en la descripción que la Biblia da de los cristianos verdaderos? Los hechos hablan por sí mismos.

REFERENCIAS

9. The Catholic Encyclopedia, tomo II, pág. 429.

10. A History of Christianity, Latourette, págs. 466, 464, 469, 489, 625, 627, 630, 631, 666, 667.

11. The Catholic Encyclopedia, tomo VI, págs. 791, 799.

12. Ib., tomo IV, pág. 17.

13. Ib., tomo III, págs. 128, 129.

14. The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, tomo X, pág. 238.

15. The Catholic Encyclopedia, tomo VII, pág. 58.

16. Ib., tomo XV, págs. 216, 217.

17. The Great Schism, Jordan, págs. 26, 27, 32, 37, 11.

18. The Catholic Encyclopedia, tomo XIII, pág. 540.

19. The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge, tomo IV, pág. 545.

20. The Catholic Encyclopedia, tomo VIII, pág. 435.

[Nota]

John L. McKenzie, profesor jesuita de la Universidad de Fordham, en su libro The Roman Catholic Church (1969), declara: “La corrupción de la corte papal bajo hombres indignos se aproxima a lo increíble. . . . Los aventureros y bandidos que fueron electos a papado no tenían ningún interés en afirmar acaudillamiento espiritual de ninguna clase.”—Página 15.

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¿Son los testigos de Jehová una secta peligrosa?


SE ACUSÓ a Jesucristo de ser borracho, glotón, violador del sábado, falso testigo, blasfemo y mensajero de Satanás. También se le inculpó de subversión. (Mateo 9:34; 11:19; 12:24; 26:65; Juan 8:13; 9:16; 19:12.)

Después de la muerte y resurrección de Jesús, sus discípulos fueron de igual modo el blanco de graves acusaciones. Una muchedumbre arrastró a un grupo de cristianos del siglo primero ante los gobernantes de la ciudad, clamando: ‘Estos hombres han trastornado la tierra habitada’. (Hechos 17:6.) En otra ocasión, se llevó al apóstol Pablo y a su compañero Silas ante las autoridades y se les acusó de turbar muchísimo la ciudad de Filipos. (Hechos 16:20.)

Más tarde se acusó a Pablo de ser “un individuo pestilente [...] que promueve sediciones entre todos los judíos por toda la tierra habitada”, así como de querer “profanar el templo”. (Hechos 24:5, 6.) Los judíos principales de Roma reflejaron con exactitud la situación de los seguidores de Jesús cuando reconocieron: “Porque, verdaderamente, en lo que toca a esta secta nos es conocido que en todas partes se habla en contra de ella”. (Hechos 28:22.)

Está claro, pues, que había quien consideraba a esa nueva comunidad fundada por Jesús como una agrupación religiosa con ideas y prácticas radicales que chocaban con el comportamiento social aceptado entonces. Sin duda, muchas personas de hoy hubieran considerado a los cristianos una secta destructiva. Los opositores eran con frecuencia miembros eminentes y respetados de la sociedad, lo que daba más peso a sus acusaciones. Muchos creyeron las acusaciones lanzadas contra Jesús y sus discípulos. No obstante, como probablemente sepa, cada uno de esos cargos era falso. El hecho de que la gente dijera esas cosas no las hacía verdaderas.

¿Y hoy día? ¿Sería exacto referirse a los testigos de Jehová como una agrupación religiosa con ideas y prácticas que chocan con la conducta social aceptada? ¿Son los testigos de Jehová una secta peligrosa?