Los Testigos de Jehová Calumniados...

"Porque, verdaderamente, en lo que toca a esta secta nos es conocido que en todas partes se habla en contra de ella”.(Hechos 28:22)

¿Por qué hay tantas religiones que afirman ser cristianas?




APROXIMADAMENTE una cuarta parte de la población del mundo afirma ser cristiana. Todos éstos alegan seguir a Jesucristo, y, no obstante, están muy divididos entre sí. Se dice que unos 580.000.000 de ellos son católicos romanos. Pero desde el concilio Vaticano II éstos se han dividido en católicos liberales y católicos tradicionalistas que favorecen el uso del latín. Los aproximadamente 74.000.000 de miembros de la religión ortodoxa oriental están divididos en varias iglesias nacionales, que difieren unas de otras en sus ritos litúrgicos. En lo que tiene que ver con los más de 343.000.000 de protestantes, éstos están separados unos de otros en numerosas iglesias episcopales, luteranas, calvinistas (presbiterianas reformadas), bautistas, metodistas y otras iglesias. (Estadisticas del año 1984)

Todas estas iglesias se consideran religiones “establecidas”, “ortodoxas”, “respetables”. A estas hay que agregar los centenares de llamadas sectas despreciadas por la corriente principal católica, ortodoxa y protestante.

¿“Ortodoxas”, o “heréticas”?

En realidad, cuando son examinadas conforme a métodos históricos imparciales, ni siquiera una de las iglesias “cristianas” tradicionales puede afirmar que es la religión cristiana original. Todas ellas empezaron como vástagos —sectas— sí, hasta la que afirma ser la más antigua de todas, ¡la Iglesia Católica Romana!

Desde el punto de vista histórico, varias ciudades podrían reclamar precedencia sobre Roma como centros primitivos del cristianismo. Cuando el cristianismo se fundó en el Pentecostés de 33 E.C., no había ni un solo seguidor de Cristo en Roma. Indisputablemente, el primer centro de la congregación cristiana fue Jerusalén. Es cierto que judíos y prosélitos de Roma estuvieron presentes en Jerusalén durante el Pentecostés, y algunos de ellos sin duda se hicieron cristianos y regresaron a Roma, para fundar una congregación cristiana allí. Pero sucedió así también en el caso de muchos otros lugares mencionados en la Biblia. De hecho, los residentes temporales procedentes de Roma figuran hacia el final de la lista, justamente antes de los últimos dos grupos nacionales, que son los cretenses y los árabes. (Hechos 2:5-11.)

En aquellos días primitivos, Roma no era una sede central desde la cual se organizaban las actividades cristianas. No fue en Roma, sino en Antioquía de Siria, donde por primera vez se llamo cristianos a los discípulos de Jesús (Hechos 11:26). Además, fue desde Antioquía, no desde Roma, que el apóstol Pablo emprendió sus tres viajes misionales (Hechos 13:1-4; 14:26; 15:35, 36; 18:22, 23). Es cierto que probablemente se ejecutó a Pablo en Roma. Pero él no fue uno de los 12 apóstoles de Jesús, pues a Judas Iscariote lo reemplazó Matías (Hechos 1:23-26). De hecho, no hay absolutamente ninguna prueba bíblica de que alguno de los 12 apóstoles haya ido a Roma o haya muerto allí. El último apóstol en morir fue Juan, quien probablemente murió en Éfeso o cerca de esta ciudad. La muerte de los apóstoles dejó la puerta abierta de par en par para que se desarrollara la apostasía. (1 Juan 2:18, 19; 2 Tesalonicenses 2:3, 4.)

Con el tiempo, otras ciudades se hicieron prominentes como centros del cristianismo apóstata. Entre éstas figuran Alejandría y Cartago, en África del Norte, y Bizancio (que luego llegó a ser Constantinopla), ubicada en la frontera entre Asia y Europa. En Occidente, se desarrolló una iglesia rica y poderosa en Roma, la capital del Imperio.

Con la aparición de la apostasía predicha por los apóstoles, se desarrolló una clase clerical. Hombres prominentes se levantaron por encima del rebaño y llegaron a ser llamados obispos. Estos compitieron por el poder y llegaron a ser cabezas de tendencias o sectas rivales dentro del cristianismo apóstata. En tiempos primitivos ninguna ciudad ni ningún obispo dominaba claramente a otras ciudades o a otros obispos. Pero se desarrolló una lucha por el poder respecto a cuál secta o vástago apóstata del cristianismo bíblico original se establecería como “ortodoxa”, de modo que las demás llegarían a ser “heréticas”.

Todas eran sectas al principio

Una de las obras más recientes que trata este asunto declara: “¿Qué fue la herejía cristiana? Y, de hecho, ¿qué fue la Iglesia? [...] El cristianismo [apóstata] empezó con la confusión, la controversia y el cisma, y continuó así. Una iglesia ortodoxa dominante, con una estructura eclesiástica reconocible, surgió solo muy gradualmente. [...] Y, como es el caso cuando se trata de tales luchas, no fue especialmente edificante. [...] Durante los siglos primero y segundo A.C. las zonas centrales y orientales del Mediterráneo estaban llenas de una infinidad de ideas religiosas, que luchaban por propagarse. [...] Desde el principio, entonces, hubo numerosas variedades de cristianismo que tenían poco en común las unas con las otras. [...] Es inexacto decir que haya habido algún tipo de cristianismo dominante antes de la última mitad del tercer siglo. Por lo que podemos ver, para fines del primer siglo, y prácticamente durante todo el segundo siglo, la mayor parte de los cristianos creían en variedades del gnosticismo cristiano, o pertenecían a sectas evangelistas agrupadas en torno a personajes carismáticos. [...] La ortodoxia era meramente una de las diversas formas del cristianismo durante el tercer siglo, y tal vez no llegó a ser predominante sino hasta el tiempo de Eusebio la principios del cuarto siglo]”. (A History of Christianity, por Paul Johnson.)

El apóstol Pablo predijo dichos sucesos, como sigue: “Va a llegar el tiempo en que la gente no soportará la sana enseñanza; más bien, según sus propios caprichos, se buscarán un montón de maestros que sólo les enseñen lo que ellos quieran oír. Darán la espalda a la verdad y harán caso a toda clase de cuentos”. (2 Timoteo 4:3, 4, Versión Popular.)

Algunos de tales maestros apóstatas llegaron a ser lo que las iglesias de la cristiandad llaman padres de la iglesia. Generalmente son clasificados como padres antenicenos y posnicenos, pues el punto de viraje fue el llamado Primer Concilio Ecuménico de Nicea, que el emperador pagano de Roma, Constantino, convocó en aquella ciudad de Asia Menor en 325 E.C.

Se hacen esfuerzos por establecer la primacía de Roma

Es de notar que la mayor parte de los “padres” del segundo y tercer siglo no tuvieron su sede oficial en Roma, y escribieron en griego, no en latín. La Encyclopaedia Britannica confirma esto, al declarar: “Hasta aproximadamente el año 250 la mayoría de los líderes cristianos de Occidente hablaban griego, no latín (p. ej., Ireneo e Hipólito). La teología latina principal no provino de Roma, sino de África del Norte (p. ej., Tertuliano y Cipriano)”.

En aquellos primeros siglos de la apostasía, ¿cuáles ciudades fueron los grandes centros de la llamada teología cristiana? No Roma, sino Antioquía, Alejandría, Cartago, Cesarea, Jerusalén y varias ciudades de Asia Menor. The Catholic Encyclopedia admite: “Aunque Roma era poderosa y venerada en el segundo siglo, [...] la interrupción en su literatura es completa. La literatura latina es, por lo tanto, [...] prácticamente dos siglos y medio más joven [que la griega]. Tertuliano es único, y él se volvió hereje. Hasta mediados del cuarto siglo había aparecido tan solo un padre latino [Cipriano, de Cartago, África del Norte]. [...] Desde Cipriano (que murió en 258) hasta Hilario (que murió alrededor del 367 [...] no hubo teología en absoluto”.

¿Cómo, entonces, logró la iglesia de Roma establecer su primacía sobre las iglesias de otras ciudades que habían sido mucho más prominentes que ella en producir “padres de la iglesia”? Sin duda, un factor fue el prestigio de estar situada en la capital del imperio. Ella era una iglesia rica que enviaba ayuda financiera a iglesias más pobres de otras ciudades, y esto proporcionó cierto poder a su obispo. Este empezó a reclamar el derecho de oír apelaciones contra las decisiones de obispos locales respecto a asuntos relacionados con la disciplina de la iglesia.

Además, tal como el emperador pagano de Roma, Constantino, reconocía que él podía usar el cristianismo apóstata para consolidar el imperio decadente, así también el obispo de Roma se dio cuenta de que el paganismo podía proporcionar cierto atractivo popular a su tipo de cristianismo apóstata. La iglesia de Roma había adoptado el domingo de los paganos como día para celebrar la Pascua, mientras que las iglesias de las ciudades orientales habían estado celebrándola en cualquier día de la semana que cayera el 14 de Nisán del calendario judío. Además, mientras que algunas iglesias orientales tendían a seguir a Arrio, quien negaba la doctrina de la Trinidad, Roma prontamente adoptó la idea pagana de un dios trino.

En ambos asuntos, el emperador Constantino salió a favor de Roma. Hizo esto en 321 E.C. por medio de instituir una ley para la observancia del domingo e imponer, durante el Concilio de Nicea de 325 E.C., la Trinidad. Fusionó el cristianismo apóstata con el culto pagano de Roma e hizo que esta forma de adoración “universal” o “católica” fuera la religión del estado.

Entonces, en 382 E.C., el emperador Graciano promulgó una constitución en la que concedió a Dámaso, obispo de Roma, el derecho de oír apelaciones de otros obispos, aun de los que estuvieran en las “regiones más distantes” del Imperio. Aunque los obispos de Oriente y hasta algunos de Occidente rebatieron esta decisión, ésta indudablemente dio autoridad al obispo de Roma. El obispo Dámaso aceptó la insignia de Pontifex Maximus, ¡título y oficio pagano al cual, con el tiempo, el emperador Graciano había renunciado por considerar que no era propio para un cristiano! Dámaso no tuvo dicho escrúpulo. De acuerdo con The Catholic Encyclopedia, Pontifex Maximus todavía se considera uno de los “más notables títulos” que lleva el papa. En francés todavía se llama al papa le souverain pontife, el sumo pontífice.

Cismas, disidencia y reforma

Naturalmente, no dejó de haber quienes se opusieran a la supremacía que reclamaba el obispo de Roma. Los líderes del cristianismo apóstata en ciudades como Alejandría, Jerusalén, Antioquía y especialmente Constantinopla, pusieron en tela de juicio dicha usurpación. No obstante, aunque los líderes religiosos de estas ciudades estaban unidos en cuanto a oponerse a la dominación de Roma, no concordaban entre sí respecto a asuntos doctrinales. Había opiniones contradictorias en éstas y otras ciudades, lo cual resultó en que surgieran diferentes sectas, y todas ellas afirmaban ser cristianas.

Se hicieron varios esfuerzos por remendar la brecha que se hacía cada vez más grande entre las sectas cristianas apóstatas rivales, cuyas sedes estaban en Roma y Constantinopla, y por marcar como herejes a los maestros cristianos apóstatas de otras ciudades mediante organizar varios “Concilios Ecuménicos (universales) de la Iglesia” en el transcurso de los siglos. El primero se celebró en Nicea en 325 E.C. a fin de condenar la “herejía” antitrinitaria de Arrio. Otros se celebraron en Constantinopla (cuatro veces), Éfeso, Calcedonia (justamente al otro lado de Constantinopla, al cruzar el Bósforo), y nuevamente en Nicea. Los primeros siete concilios son reconocidos tanto por la Iglesia Católica Romana como por la Iglesia Ortodoxa. El cuerpo de doctrinas que se forjó en estos concilios incluía la Trinidad, la creencia en que María es la “madre de Dios” y otros dogmas que no tienen nada que ver con el cristianismo de la Biblia. Estos concilios eclesiásticos condenaron varias “herejías” también, de modo que contribuyeron a la formación de aun más subdivisiones (sectas) del cristianismo apóstata.

Es interesante que ninguno de estos concilios eclesiásticos “universales” se celebró en Roma, ciudad que afirmaba ser la sede universal del cristianismo. No fue sino hasta 1123 E.C. que el primer llamado Concilio Ecuménico se celebró en Roma. Pero para entonces el “gran cisma” entre Roma y las iglesias orientales se había realizado, pues la primera separación se efectuó en 867 E.C., y el cisma final en 1054. Por lo tanto, desde un punto de vista estrictamente histórico, nunca se celebró en Roma un concilio verdaderamente ecuménico o universal.

El cristianismo apóstata de Oriente que se separó de Roma no se unió en torno a algún obispo que afirmara ser el vicario de Cristo sobre la Tierra. La iglesia de Constantinopla (que también se llama la Nueva Roma) hubiera querido llegar a ser la “Roma” de la religión ortodoxa oriental. Pero no logró esto. Con el tiempo, la ortodoxia oriental llegó a estar dividida en 15 iglesias nacionales autónomas que conceden una primacía meramente honoraria al patriarca de Constantinopla, ciudad que hoy se llama Estambul. Además, hay varias iglesias orientales independientes que no reconocen la autoridad ni de Roma ni de Constantinopla. Decididamente, el “cristianismo” oriental es una casa dividida.

Después del cisma oriental, la iglesia romana, aunque todavía esperaba reintegrar a las iglesias orientales, por lo menos contaba con ser la señora indisputable de su propia casa... el Occidente. Pero sus problemas no habían terminado. Dentro de poco empezaron a aparecer disidentes. Esto era intolerable, y se tomaron medidas drásticas en contra de dichos “herejes”. Se instituyó la Inquisición, pero la disensión continuó. En el siglo XVI estalló una revuelta general, primero por razones religiosas y luego por razones políticas.

Esta revuelta, llamada la Reforma, produjo un tercer grupo de religiones que también afirman ser cristianas. Pero en vez de restaurar la unidad que había existido originalmente y las verdades doctrinales del cristianismo bíblico, el protestantismo ha producido una cosecha de iglesias divididas y sectas.

¿Por qué hay tantas?

Si usted pertenece a una iglesia o secta que afirma ser cristiana, sin duda usted se ha preguntado por qué hay tantas religiones que afirman seguir a Cristo y la Biblia. Tal vez usted haya llegado a sentirse disgustado con tales divisiones, especialmente en vista de que resultan en persecución religiosa y guerras religiosas, como ha sido el caso en el transcurso de los siglos hasta el presente. Por éstas y otras razones quizás usted haya dejado de asistir a la iglesia, y se haya contentado con su propio concepto del cristianismo. No obstante, en su corazón usted sabe que el cristianismo tiene que encerrar más que solo eso. La Biblia le deja saber que los primerísimos cristianos constituían una familia espiritual feliz y unida. (Juan 13:34, 35; Efesios 4: 1-6.)

Hoy, los testigos de Jehová forman dicha familia feliz de cristianos. No son una secta, puesto que ni son discípulos de algún maestro o líder humano ni son un vástago o ramificación de cierta iglesia o secta. Los Testigos tienen antecedentes diversos. No siguen a ningún hombre, sino que siguen a Dios y a Su Hijo, Jesucristo. En respuesta a los que preguntan: “¿Por qué hay tantas religiones que afirman ser cristianas?”, ellos responden: “Debido a que dichos grupos religiosos han seguido a hombres, no lo que dice la Biblia”. Los testigos de Jehová gustosamente pueden ayudarle a hallar el verdadero cristianismo bíblico.

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¿Son los testigos de Jehová una secta peligrosa?


SE ACUSÓ a Jesucristo de ser borracho, glotón, violador del sábado, falso testigo, blasfemo y mensajero de Satanás. También se le inculpó de subversión. (Mateo 9:34; 11:19; 12:24; 26:65; Juan 8:13; 9:16; 19:12.)

Después de la muerte y resurrección de Jesús, sus discípulos fueron de igual modo el blanco de graves acusaciones. Una muchedumbre arrastró a un grupo de cristianos del siglo primero ante los gobernantes de la ciudad, clamando: ‘Estos hombres han trastornado la tierra habitada’. (Hechos 17:6.) En otra ocasión, se llevó al apóstol Pablo y a su compañero Silas ante las autoridades y se les acusó de turbar muchísimo la ciudad de Filipos. (Hechos 16:20.)

Más tarde se acusó a Pablo de ser “un individuo pestilente [...] que promueve sediciones entre todos los judíos por toda la tierra habitada”, así como de querer “profanar el templo”. (Hechos 24:5, 6.) Los judíos principales de Roma reflejaron con exactitud la situación de los seguidores de Jesús cuando reconocieron: “Porque, verdaderamente, en lo que toca a esta secta nos es conocido que en todas partes se habla en contra de ella”. (Hechos 28:22.)

Está claro, pues, que había quien consideraba a esa nueva comunidad fundada por Jesús como una agrupación religiosa con ideas y prácticas radicales que chocaban con el comportamiento social aceptado entonces. Sin duda, muchas personas de hoy hubieran considerado a los cristianos una secta destructiva. Los opositores eran con frecuencia miembros eminentes y respetados de la sociedad, lo que daba más peso a sus acusaciones. Muchos creyeron las acusaciones lanzadas contra Jesús y sus discípulos. No obstante, como probablemente sepa, cada uno de esos cargos era falso. El hecho de que la gente dijera esas cosas no las hacía verdaderas.

¿Y hoy día? ¿Sería exacto referirse a los testigos de Jehová como una agrupación religiosa con ideas y prácticas que chocan con la conducta social aceptada? ¿Son los testigos de Jehová una secta peligrosa?